El alma de Uyuni, un libro en los túneles del metro

Retomamos Raíles de tinta para hablar de un nuevo lanzamiento literario con gran toque ferroviario. Artur Tamarit publica El alma de Uyuni, una novela de intriga y acción, interesante para todos aquellos que tenemos curiosidad y apreciamos el transporte subterráneo y su misterioso entorno.

La historia

Portada del libro El alma de Uyuni
Portada del libro El alma de Uyuni

Narra cómo Fran, después de establecer amistad con Mike, se ve envuelto en una intrigante historia a partir del asesinato de su amigo. Su vida se complica hasta el punto de ser perseguido y tener que huir a través de las vías del metro de la gran ciudad, descubriendo a su paso lo que ocultan las entrañas de ese misterioso mundo subterráneo de oscuras cuevas y recónditos espacios.

El alma de Uyuni es una novela que nos acelerará el pulso recorriendo los túneles, descubriendo extraños lugares y participando de los enfrentamientos entre sus habitantes tan dispares en lucha por la supervivencia y el restablecimiento del orden. Es también una historia de contrastes que combina escenarios muy diversos y nos acerca a las clases más bien posicionadas.

Un relato con desenlaces inesperados entre sus protagonistas, pequeñas dosis de ironía, romanticismo y trazas de erotismo fino que completan una trama que nos enganchará desde la primera página.

Detalles del libro

Autor y editor: Artur Tamarit. ISBN: 978-84-606-6457-4 Páginas: 248 Precio: 14,60 € (tapa blanda).

¿Dónde comprarlo?

Amlibri.

Un fragmento de El alma de Uyuni

No lo dudó; la opción era única. Giró en dirección hacia donde se había desatado la pelea con los dos guardianes, cogiendo la primera salida que comunicaba con las vías por donde circulaban los trenes. Fran comprobó que en ese instante no se veía ni se oía la llegada de ningún convoy. Saltó encima de la vía y empezó a correr intentando encontrar una salida lo más rápidamente posible. Pretendía saltar de traviesa en traviesa pero la escasa luz no le permitía ver con claridad dichas maderas.

La luz que desprendían unas pequeñas bombillas, con su inseparable sombrero ovalado, le dio a entender con qué precariedad estaba iluminado el túnel; casi iluminaba más la luz de los semáforos verdes que regulaban el paso de los trenes que no la de las bombillas.

—¡Oh, no, semáforos verdes! —gritó en voz alta Fran. Esto le hizo comprender que en cualquier momento, si esos semáforos estaban en verde, podría venir un tren en esa dirección. Giró la cabeza hacia ambos lados del túnel para ver si podía encontrar una salida, pero algo le aterrorizó al instante: notó en su rostro una ligera corriente de aire muy débil, apenas perceptible. Esto le indicó que se acercaba un tren, o que como mínimo un tren había salido de una estación cercana y entraba en el túnel.

Angustiado por la nueva premisa buscó desesperadamente con la vista una oquedad o puerta que le pudiese resguardar en caso, más que probable, de la llegada de un convoy. Corría por encima de las traviesas de la vía intentando no tropezar, a pesar de no poder distinguirlas. Al cabo de unos treinta o cuarenta metros le pareció ver un hueco o espacio horadado en la pared de la derecha. No lo dudó ni un segundo; se dirigió hacia él al mismo tiempo que un leve y fino chirrido metálico le obligó a girar la cabeza.

—¡Puñetas, viene un tren! —gritó a la vez que saltaba hacia el hueco antes divisado.

Una débil luz empezaba a dibujarse a unos trescientos metros por detrás de él. Efectivamente se acercaba un tren. Se pegó con toda su fuerza en el hueco que le daba en esos momentos un gran cobijo y esperó la llegada del convoy. No tardó ni un suspiro en pasar junto a donde él se había resguardado. En apenas tres segundos vio cómo el tren se alejaba.

Este artículo es una colaboración especial de Artur Tamarit, autor de El alma de Uyuni.

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