Uno de los grandes hitos de la historia del cine lo marcó en 1988 el estreno de la más que conocida película ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, el primer largometraje en el que el mundo real y el de los dibujos animados se entremezclaba y, hasta ahora, la única producción en la que hemos podido ver a Mickey Mouse y Bugs Bunny juntos. Aparte de la proeza de hacer semejante producción, su argumento tiene un importante valor ferroviario ya que, enmascarada en una inocente comedia, es una denuncia abierta del Gran escándalo del tranvía a causa de los grandes grupos de presión formados por las petroleras y las fabricantes de neumáticos y automóviles.
Aviso a los lectores: este artículo se habla en gran parte de la película.
¿Por qué se engañó a Roger Rabbit?
El conejo protagonista es uno de los personajes estrella del dibujante y animador R. K. Maroon (Alan Tilvern), quien lo emplea para hacer películas de dibujos animados en sus estudios de Los Ángeles. Sin embargo, su amor por Jessica Rabbit, una sexy dibu humana, parece tenerle demasiado distraído. Para convencer al conejo de que ella no le conviene, R. K. Maroon contrata al detective de dibujos Eddie Valiant (el genial Bob Hoskins) para que intente demostrar una falsa aventura entre la mujer y Marvin Acme (Stubby Kaye), dueño de la Corporación ACME tan recurrente en los dibujos de Warner Bros y dueño también de Dibullywood; un mundo íntegro de dibujos animados.
Una trama de asesinatos por intereses económicos
Tras captarles juntos después de una actuación de Jessica, Eddie y Maroon enseñan al conejo las fotos en la misma noche en la que Marvin Acme es asesinado. Roger Rabbit, que se convierte en el principal sospechoso del homicidio, se esconde en casa de Valiant escapando del malvado Juez Doom (Christopher Lloyd) y sus alocadas comadrejas. Aunque el detective se resiste a ayudarle, ya que desde que su hermano fue asesinado por un dibu no trabaja y se dedica a darle a la bebida, el conejo, sus artimañas y su evidente inocencia terminan convenciéndole.
Se da el hecho que el juez Doom, designado para investigar el asesinato y muy obsesionado en hacer desaparecer al sospechoso, es propietario de la poderosa Industrias Cloverleaf. La empresa compra la Pacific Electric, conocida en la vida real como la Red Car y, en el doblaje a castellano, la línea roja de tranvías con el objetivo de sustituirla por una autopista; autopista que tiene que pasar por Dibullywood. Sólo la aparición del testamento de Acme, que otorga la propiedad de Dibullywood a la comunidad de dibujos, puede parar este plan.
Cuando Maroon confiesa al detective que Cloverleaf quería comprar su estudio si Acme también vendía el suyo y que las fotos simplemente eran para extorsionar a Acme, el dibujante es asesinado. Posteriormente, Eddie Valiant descubre que todo era una trama promovida por el Juez Doom (que en realidad era el dibu que mató a su hermano disfrazado de humano) para enriquecerse con la autopista. Y Roger Rabbit sólo era una víctima más de este plan.
El Gran escándalo del tranvía
¿Y qué tiene que ver Roger Rabbit con la realidad y los ferrocarriles? ¡Mucho! Aunque es una película catalogada como comedia y muchos consideran que está orientada a un público infantil, realmente es una denuncia del Gran escándalo del tranvía que se destapó en los años 70 en Estados Unidos.
Varias empresas automovilistas, entre las que destacan General Motors, Standar Oil y Firestone crearon la National City Lines con el objetivo de comprar entre los años 20 y 30 del siglo XX las compañías tranviarias de las principales empresas estadounidenses para cerrarlas y sustituirlas por líneas de autobús.
Lo hacían bajo la excusa de que el tranvía era un medio de transporte anticuado. Sin embargo, es más que evidente que tan sólo estaban matando al gran competidor de sus productos para así vender y vender más; aunque no hiciera falta. Y es que en el Estados Unidos del principio de los 20, el transporte público jugaba un papel fundamental. Como decía Eddie Valiant en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?: ¿Qué falta hace el coche en Los Ángeles? ¡Tenemos el mejor transporte público del mundo! En 2014 vivir en Los Ángeles sin coche es casi un suicidio.
Aunque en 1949 fueron condenados por conspiración, el Tribunal de Apelaciones les absolvió en 1951 a pesar de que era evidente la estrategia llevada a cabo por la compañía. Cinco años después, el Gobierno Federal aprobó una ley para dar ayudas económicas para la construcción de autopistas.
No sólo en Estados Unidos
Estos grupos de presión tuvieron mucho poder también en Europa. París cerró su última línea de tranvía en 1937, en 1935 comenzó el reemplazo en la red londinense, en 1949 en Dublín… Casualmente, la desaparición se aceleró con el Plan Marshall (por el que Estados Unidos ayudó económicamente a Europa para superar la II Guerra Mundial).
Curioso es el caso de Berlín, que perdió los tranvías en el lado occidental; mientras que en el oriental la red continuó modernizándose… Y desde hace pocos años ampliándose a la parte occidental. Y es que los tranvías, considerados ahora el medio de transporte más eficiente para trayectos urbanos de media demanda, desaparecieron donde el país que más controla el petróleo y la industria automovilística tenía influencia.
Ante esta tragedia ferroviaria y ambiental, al menos nos quedan interesantes comedias-denuncia como ¿Quién engañó a Roger Rabbit?