Claude Oscar Monet, pintor francés del SXIX y quizá el mayor representante del Impresionismo -y origen del término en sí, que surgió de su obra Impresión, sol naciente– creó una serie de doce telas que representaban la estación de Saint-Lazare.
La luz y el vapor de Saint-Lazare
Como buen impresionista, su mayor interés era captar la luz y los diferentes ambientes que ésta creaba. En este caso, el vapor de los trenes añadía atractivo a la escena, ya que las variaciones eran aún mayores. Por ello, alquiló un estudio cercano a la estación y transportaba su caballete con el objetivo de captar diferentes interacciones entre la luz y el vapor de la estación. Llegó incluso a pedir al Director del Ferrocarril que retrasasen la salida de algunos de los trenes para poder obtener el resultado deseado.
Fruto de este trabajo son los resultantes doce lienzos, que representan el mismo lugar pero son muy diferentes entre sí. Monet eligió siete de ellos para presentarlos en la tercera exposición impresionista, celebrada en 1877. Escogió los que creía representaban mejor el concepto del progreso técnico, tema de moda en París por aquellos años.
Además, esta serie de cuadros de Monet centrados en un sólo tema no sería la primera ni la última de otras, como la de Almiares o Los nenúfares.
El ferrocarril en la pintura de Monet
Como decimos, la pintura impresionista tiene como una de sus características básicas el estudio de la luz, y también el de la naturaleza. Y el ferrocarril tiene cierta relación con ambos: en el SXIX era un medio de transporte en auge, que muchas veces formaba parte de los paisajes de la época, además de la ya comentada interacción con la luz a la hora de transformar los ambientes, algo que fascinaba a Monet en concreto.
Esta serie de cuadros no han sido los únicos del autor en los que el ferrocarril está presente. Pero eso lo dejaremos para otro momento.
Fuentes: ArteHistoria y Serullaz, Maurice: El impresionismo (Publicaciones Cruz, 1992).