La llegada del ferrocarril en el siglo XIX revolucionó casi todos los aspectos de la vida moderna. Uno de los que mejor supo aprovechar sus ventajas fue el sector militar, que revolucionó su estrategia gracias a lo que el novedoso medio de transporte podía ofrecer.
Se puede decir que el ferrocarril nació en paz, pero algunos lo transformaron en un arma de guerra letal. Y, aunque ya en el siglo XIX se dieron algunos casos de uso del ferrocarril con fines bélicos, fue durante la Primera Guerra Mundial cuando se hizo evidente que su uso podía decidir el curso de una batalla al hacer posible el transporte de millones de hombres, armas y kilos de provisiones a miles de kilómetros de sus hogares en tiempo récord.
El ferrocarril ya fue a la guerra en el siglo XIX
Como decimos, algunos visionarios militares se dieron cuenta del potencial del ferrocarril inmediatamente. Uno de ellos fue el general prusiano Helmuth von Moltke, que ordenó en 1843 que cada nueva línea de ferrocarril que se construyese tuviese asociado un beneficio militar. Von Moltke consideraba más útil invertir millones en el desarrollo del ferrocarril que en la construcción de nuevas fortalezas, y no se equivocaba: la historia le dio la razón en la Guerra Franco-Prusiana de 1870, cuando la infraestructura hizo posible la movilización rápida de 350.000 soldados alemanes con sus armas y monturas hacia sus lugares e convocatoria.
De hecho, algunos historiadores han apuntado a que la derrota francesa en dicha guerra fue consecuencia de las continuas disputas entre los mandos militares y los ferroviarios.
Gran Bretaña, por su parte, ya había usado algunos ferrocarriles de vía estrecha en diversas batallas precedentes. Por ejemplo, fue decisivo en la victoria de Sudán del General Kitchener y en La India gran parte de su desarrollo tuvo carácter militar.
La Primera Guerra Mundial lo cambió todo
Sin embargo, la Primera Guerra Mundial creó la mayor simbiosis de ferrocarril y sector militar hasta la fecha, especialmente por las dimensiones del conflicto.
El estallido de la Guerra ocurrió en pleno auge del ferrocarril, por lo que los grandes estrategas militares no dudaron en utilizarlo para alcanzar sus objetivos. Y es que el ferrocarril era un medio de transporte rápido y cómodo presente en casi todas las ciudades (las que no lo tenían en la propia localidad, disponían de uno a una distancia relativamente corta).
Inmediatamente, la red de ferrocarril quedó bajo control gubernamental para atender a las necesidades del ejército. Afortunadamente, en la época disponían de numerosos coches de viajeros, vagones de mercancías y locomotoras disponibles.
Aunque suene evidente, hay que remarcar que sin la existencia del ferrocarril, gran cantidad de tropas y municiones no habrían llegado a tiempo a la batalla. Tan importante fue, que se invirtió mucho en la operación ferroviaria en Gran Bretaña durante el conflicto. Pero también se utilizaban las líneas extranjeras, que servían para abastecer a los soldados que se encontraban en primera línea. Se llegó al punto de cerrar algunos ramales, levantar los raíles y llevarlos al campo de batalla para crear nuevas líneas militares.
Otro dato bastante ilustrativo es que el 9 de agosto de 1914 llegaron a Southampton 334 trenes con 70.000 hombres, 22.000 caballos, 2.400 armas y 2.550 toneladas de suministros. A día 18 de agosto, la Fuerza Expidicionaria Británica había desembarcado en Francia, lo cual suponía hacerlo en tiempo récord. Cuando terminó el mes, habían llegado a Southampton 670 trenes militares que habían permitido el embarque de 118.000 soldados a través del Canal de La Mancha.
Sabotaje de trenes en el desierto
También durante el mismo conflicto, pero a miles de kilómetros, el ferrocarril se había convertido en protagonista de la guerra, aunque en este caso principalmente como blanco de sabotaje. El ferrocarril era vital tanto para los Aliados como para Alemania y Turquía, por lo que ambos bandos trataban de bombardear las líneas férreas enemigas (generalmente con poco éxito).
Fue el coronel T.E. Lawrence, más conocido por todos como Lawrence de Arabia, quien con sus tropas irregulares causó más daño en las infraestructuras enemigas. Aunque provocaron diversos descarrilamientos, el mayor ataque fue el que sufrió el Ferrocarril de Hejaz (que discurría entre las actuales Damasco, Siria y Medina, Arabia Saudí). Tal fue el daño que la línea tuvo que cerrar.
De hecho, a día de hoy aún es posible ver algunas locomotoras, o lo que queda de ellas, abandonadas en el desierto.
Por último, en este artículo especial sobre la guerra y el ferrocarril, cabe mencionar el coraje de los ingenieros ferroviarios de todas las nacionalidades que con frecuencia arriesgaron y perdieron sus vidas por reparar los vehículos o las líneas.
Fuente: Railway Staff.