Como ya hemos visto en otras ocasiones, el ferrocarril ha conseguido convertirse en protagonista de muchas representaciones artísticas cuyos autores quedaron fascinados por este medio de transporte. Pues bien, hoy te traemos un ejemplo un tanto particular, ya que para el artista Carlos Regazzoni, el tren no constituye sólo una temática para él, sino que muchas veces sirve directamente como materia prima de sus obras. Os presentamos a este argentino que se dejó seducir por la magia del ferrocarril.
El periplo parisino de Carlos Regazzoni
Carlos Regazzoni nació el 1 de diciembre de 1943 en Comodoro Rivadavia, en la provincia argentina de Chubut y, aunque durante mucho tiempo su vida se mantuvo alejada del arte, cuando se decidió a ello, llegó como un tren.
Fue en 1991 cuando, tras su aparición en el premiado corto francés El hábitat del gato viejo, Carlos Regazzoni lanzó su carrera de forma internacional. Fue la propia SNCF (la compañía ferroviaria francesa) la que se interesó en el artista y en el modo en el que reutilizaba piezas de chatarra, muchas veces con orígenes ferroviarios, para transformarlas en esculturas.
Y así, Carlos Regazzoni se instaló en el 18eme Arrondisment parisino, convirtiendo un depósito ferroviario abandonado en su atelier. Allí acumuló gran cantidad de obras e incluso participó en exposiciones, lo que supuso un impulso a su imagen internacional.
Un rincón para el arte rompedor en Buenos Aires
Pero es sin duda en Argentina donde Carlos Regazzoni goza de más popularidad. Allí, también en un edificio ferroviario de Buenos Aires, es donde el artista se desenvuelve mejor. Un gigantesco taller que sirve para la creación y almacenamiento de obras, pero también para el impulso de las nuevas generaciones, ya que el artista participa en ARTEME, desde donde ayuda a los artistas emergentes.